En los últimos días, el gobierno de la presidente Dina Baluarte ha declarado el estado de emergencia en ciertas jurisdicciones del país, como son los la provincia de Sullana y los distritos limeños de San Martín de Porras y San Juan de Lurigancho, el más poblado de todo el ámbito nacional. Según lo expresado por el gobierno, en el decreto que declara la emergencia, las razones de esta decisión han sido tomadas por el desmedido crecimiento de la actividad delincuencial.
Si esto es así, decidir combatir la inseguridad ciudadana, que ya viene desbordada desde hace años, mediante la declaratoria de emergencia fraccionando al país en pedacitos, al margen de resultar una medida ineficiente e ineficaz por parte del Ejecutivo, no resulta efectista ni creíble que esta forma de enfrentar y vencer a la descomunal inseguridad ciudadana reinante en gran parte del país, sea posible de parar.
Medida desacertada
La irracional e innecesaria declaratoria de emergencia dictaminada por el gobierno no hace sino generar discriminación ciudadana y una dispersión territorial inconsecuente que crea un caldo de cultivo para la migración de los delincuentes a otros sectores donde la emergencia no haya sido decretada. Es decir, los sitios circundantes a los lugares declarados en emergencia serán la covacha de aquellos bandidos que robarán en un lado y pernoctarán en el otro lugar cercano con total tranquilidad, al final seguirán haciendo de las suyas.
Inconsistente
La dación del decreto, que por cierto resulta ser un paliativo descomunal, no hace sino pensar que no sólo bastan buenas intenciones, sino acciones con absoluta sabiduría y real efectividad contextualizada y certera, por cuanto las acciones que se pretenden tomar en los ámbitos declarados de alta peligrosidad no conllevan a extirpar un flagelo más que invade al Perú, máxime si no hay una sanción drástica y efectiva contra aquellos que delinquen organizadamente o en forma individual.
En consecuencia, esta es una total utopía para luchar contra este monstruo grande que crece cada vez más.
Mentira insoslayable
Los argumentos grotescos para justificar y defender lo indefendible por parte del gobierno central, no sólo los convierten en más de aquellos que Dina Boluarte suele dar, constantemente, convirtiendo la medida en una cortina de humo o confusiones palmarias que lo único que logran demostrar son sus tropelías infantiles y sus desaciertos evidentes cuando se trata de asumir una responsabilidad que a ella y a su séquito ocasional les corresponde hacerse cargo.
La ironía es una expresión que da a entender algo contrario o diferente a lo que se dice generalmente como burla disimulada, en razón de ello es claro y contundente que la debilidad intrínsica del gobierno es cada vez más evidente, más aun si a esto se le agrega el sarcasmo con la que el gobierno actua, lo cual hace que ambos elementos (ironía y sarcasmo), se junten para engañar, atropellar e incumplir sus ofertas con total discrecionalidad y acomodo sustantivo de la mentira como una verdad absoluta, cuando con decretos inconsistentes y medidas mal diseñadas, pretenden resolver la crecida vertiginosa de la inseguridad ciudadana que hoy invade a gran parte de la nación.
Barras y barrancas
Las condiciones básicas de una república se generan por la confianza que deben tener los ciudadanos en sus gobernantes, la cual se rompe cundo la mentira se hace evidente como tal, en este caso, propender una emergencia para imposibilitar el accionar delincuencial creciente en toda la nación, no hace sino mostrar una mentira desfachatada del gobierno, cuando pretende recortar los derechos fundamentales ciudadanos sólo en ciertos sectores, para impedir que la delincuencia siga creciendo y optimistamente deje de existir.
La delincuencia imparable réinate en el Perú, es invasiva y proclive a generar una inestabilidad emocional en las personas – qué duda cabe -, pero materialmente la mayor parte de la ciudadanía de a pie, guarda y sostiene un ánimo ansioso lleno de terror de lo que le pueda suceder en el momento menos esperado, tal es así que la sicosis del andar a sobresaltos, produce el daño mental y emocional que hoy, la mayor parte de los peruanos, tenemos que acarrear producto de la miserabilidad a la que ha descendido la capacidad de los que dictan las normas y las ejecutan para vencer al enemigo cada vez más empoderado y engrandecido, como es la inseguridad ciudadana.
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(*) Especialista en Contrataciones del Estado.
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