Una explicación desde la psicología basada en evidencia y la situación del país
En los últimos años, la percepción de inseguridad en el país ha crecido exponencialmente, afectando no solo la movilidad urbana, sino también el bienestar psicológico de la población. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Percepción de Seguridad Ciudadana (INEI, 2023), más del 85% de la población considera que la delincuencia ha aumentado, y un 70% ha modificado sus hábitos diarios por miedo a ser víctima de un delito. Este fenómeno, más allá de los índices delictivos reales, responde a procesos psicológicos profundos que afectan la conducta y la calidad de vida de las personas.
La percepción del miedo y sus bases psicológicas
Desde la psicología, la percepción de inseguridad está influenciada por factores cognitivos y emocionales que distorsionan la realidad. El sesgo de disponibilidad (Tversky & Kahneman, 1973) explica cómo las personas sobreestiman la probabilidad de sufrir un delito basándose en información reciente y accesible, como noticias de robos violentos o secuestros. La sobreexposición a estos eventos a través de los medios de comunicación y redes sociales refuerza la sensación de peligro, incluso cuando las estadísticas muestran fluctuaciones en los índices de criminalidad.
Además, la teoría del miedo al crimen (Hale, 1996) señala que el temor no siempre está vinculado a la victimización directa, sino a la percepción subjetiva del entorno. Esto se ve reflejado en estudios recientes (García et al., 2021) que indican que zonas con alto deterioro urbano y falta de iluminación incrementan la ansiedad en los transeúntes, aun cuando los delitos en dichos espacios no sean más frecuentes que en otras áreas.
El impacto del temor en la vida cotidiana
El miedo constante afecta la salud mental y la conducta social. Investigaciones en psicología del estrés (Lazarus & Folkman, 1984) han demostrado que la exposición prolongada a estímulos de amenaza activa la respuesta de estrés crónico, generando síntomas como ansiedad, insomnio y evitación de espacios públicos. En ciudades altamente violentas, las personas desarrollan estrategias de afrontamiento desadaptativas, como restringir sus horarios de salida o evitar ciertos medios de transporte, lo que disminuye su calidad de vida y afecta la cohesión social.
En poblaciones vulnerables, este temor tiene repercusiones aún más profundas. Un estudio de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (2022) encontró que adolescentes que perciben altos niveles de inseguridad muestran mayor predisposición a desarrollar síntomas depresivos y menor involucramiento en actividades recreativas y educativas fuera del hogar.
El contexto actual en el país
En el Perú, la criminalidad organizada y el aumento de delitos violentos han contribuido al crecimiento del miedo ciudadano. Sin embargo, estudios del BID (2023) sugieren que las estrategias de prevención focalizadas pueden reducir significativamente la percepción de inseguridad. Programas de urbanismo táctico, iluminación de espacios públicos y estrategias de proximidad policial han demostrado ser efectivos en diversos países para disminuir la sensación de amenaza en la población.
Asimismo, expertos en seguridad recomiendan mejorar la comunicación de las autoridades para evitar la sobrerrepresentación del crimen en la opinión pública. En un contexto en el que la confianza en las instituciones se encuentra deteriorada, fortalecer la percepción de control estatal es clave para mitigar el impacto psicológico del miedo.
Conclusión
El temor a salir a las calles no es solo un reflejo del crimen, sino también una construcción psicológica influenciada por la información y la experiencia subjetiva. Abordar la percepción de inseguridad desde un enfoque interdisciplinario, que combine políticas públicas efectivas con estrategias de intervención psicológica, es fundamental para mejorar la calidad de vida de la ciudadanía y reconstruir la confianza en los espacios urbanos.
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