Sube!

CHICLAYO NO PUEDE SEGUIR ESPERANDO

Escrito Rosa Amelia Chambergo Montejo (*)
Edición N° 1425

Quedan menos de sesenta días para el cierre del 2025. Sin embargo, la ciudad de Chiclayo no ha logrado poner en marcha muchas de las promesas que acompañaron la llegada al gobierno de la alcaldesa Janet Cubas Carranza. Más que una cuestión de plazos, lo que está en juego es el futuro inmediato de los chiclayanos: sus calles, sus pueblos jóvenes, urbanizaciones, distritos, sus mercados, su seguridad, su empleo y su dignidad. Porque cuando una municipalidad no ejecuta su presupuesto de inversiones, los ciudadanos lo pagan con el deterioro de su entorno y la pérdida de oportunidades.

La ejecución presupuestal siempre ha sido un reto en nuestro departamento. La Municipalidad Provincial de Chiclayo (MPCh) registra, a menos de dos meses de cierre de operaciones y del año 2025, un avance en el presupuesto de inversiones de 21.9 % es decir hay por gastar casi 78.1 % que en cifras representa, más de 39 millones de soles por gastar. ¡39 millones! ¡En dos meses! ¡Imposible!

Esta cifra no es un simple número: es la prueba de que muchas obras que podían estar generando empleo, mejorando infraestructura o reconectando barrios, siguen en lista de espera.

Este escenario mantiene a la ciudad en un círculo de promesas incumplidas y de expectativas frustradas. Cuando hablamos de inversión municipal hablamos de pistas, veredas, mercados municipales, iluminación, cámaras de seguridad, gestión del tránsito, áreas verdes y un largo etcétera. Cada sol que no se invierte representa una calle sin asfaltar, una escuela sin reparar, un barrio sin solución. En Chiclayo, bastan los testimonios de vecinos que siguen lidiando con huecos, desagües abiertos, mercados en mal estado, inseguridad creciente y una sensación de abandono.

Y frente a este panorama, la alcaldesa Janet Cubas aparece más como gestora de promesas que de resultados. La campaña vino con palabras de cambio, de modernización, de orden urbano. “Merecemos vivir mejor”, nos dijo, pero los hechos —al menos hasta ahora— muestran lentitud, vacilación e inercia. No basta decir que se está “trabajando”; los ciudadanos exigen ver obras, ver transformación. En la era de la transparencia y del reporte público, los números de ejecución presupuestal no mienten.

Porque un presupuesto no ejecutado es un contrato social roto. Es entregar una promesa de gestión al elector —“voy a mejorar la ciudad”— y no cumplirla. Los habitantes de Chiclayo no quieren campañas de fotos, discursos en redes sociales o ferias de inauguración simbólica; lo que necesitan es una ciudad más ordenada, más limpia, más segura, con infraestructura que responda a sus necesidades cotidianas.

Que la alcaldesa argumente que “hay trámites”, “hay procesos” o “heredamos complicaciones” ya no satisface. Cualquiera que camina por Chiclayo se da cuenta de la urgencia: calles que no resisten la lluvia, mercados que se caen a pedazos, transporte urbano que colapsa, seguridad ciudadana que preocupa. En una ciudad con vocación comercial —con mercado regional— esto no solo representa un problema local: es un freno al desarrollo económico de la provincia capital del departamento de Lambayeque.

Es momento de que la alcaldesa y su equipo hagan una autocrítica —si es que no la han hecho ya— y que el municipio acepte la realidad: la gestión no se mide por fotos o titulares, sino por obras que transforman vidas, por plazos que se cumplen, por recursos que se invierten.

Y además, hay que generar confianza. Porque la gente percibe que muchas obras se quedan en el tintero, que el dinero está asignado, pero no aparece en los hechos. Los distritos de Chiclayo —la ciudad principal de la provincia— no pueden seguir esperando. Ni los barrios periféricos, ni los mercados, ni los comerciantes que generan vida en la ciudad. Todos ellos tienen derecho al buen uso del presupuesto público.

La pregunta que muchos se hacen es: ¿Qué está fallando en esta gestión? ¿Es un problema técnico-operativo, de formulación de proyectos, de contratación, de coordinación? Puede que haya múltiples factores. Pero lo que no puede fallar es la decisión política de priorizar, de ejecutar, de mostrar resultados. Y aquí la alcaldesa tiene una responsabilidad central: liderar más allá de titulares, más allá de promesas. Cumplir con sus electores y con los habitantes de la provincia.

La ciudad de Chiclayo tiene todos los ingredientes para avanzar: ubicación estratégica, un comercio dinámico, un futuro puerto cercano, una población emprendedora. Lo que falta es una gestión municipal que esté a la altura. Y no solo a la altura de los eslóganes de campaña, sino a la altura de las expectativas y necesidades concretas de sus ciudadanos.

Aún hay margen para corregir el rumbo. No es cuestión de cambiar de alcaldesa ahora, pero sí de cambiar la velocidad de los hechos, de ser más concretos, de rendir cuentas, de avanzar con transparencia y sentido de urgencia. Porque el 2026 no espera, y la ciudad no puede permitirse otro año de excusas y postergaciones.

Chiclayo merece más. Los chiclayanos lo saben. Y exigen —con razón— que el presupuesto se use, que las obras se vean, que la ciudad avance. Es hora de que la gestión municipal, liderada por Janet Cubas, dé cuenta de lo que prometió y cumpla con lo que debe. Porque al final, en esta ciudad, lo que importa no son las promesas, sino los resultados.

Ah y tomen en cuenta en la municipalidad de Chiclayo que los chiclayanos estamos molestos por las continuas ferias que realiza en pleno centro comercial y financiero de la ciudad, donde en avenida Balta y la calle Ízaga se instalan baños públicos como los mejores “floreros u adornos”. ¿Qué les pasa? ¿Por qué nos avergüenzan tanto y condenan a nuestra ciudad a ser un pueblo atrasado, donde el orgullo y el señorío de esta ciudad se pierde día a día?

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