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A PROPÓSITO DE UNIVERSIDADES: Otras formas para la reforma

Escribe: Eloy Seclén Neyra (*)
Edición N° 1238

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Primera semana de febrero de hace un año. Un cargamento de vacunas era recibido con la fuerza del amor que todo lo soporta. En Chiclayo siguieron la ruta del avión llenando de música las redes. Era la esperanza. Con la objetividad que los caracteriza, algunos criptoanalistas de la capital proyectaron que hasta el año 2035 todos pasaríamos por el tópico. Hoy somos más de 23 millones inoculados.

Segunda semana de marzo de hace dos años. Fuimos los primeros en todo Sudamérica, pero para entrar en cuarentena. Le calculamos días, luego semanas, meses. Y aquí estamos. Hemos construido una medida para nuestras últimas veces. De distintas formas, todas ellas duelen.

La última vez, por ejemplo, que estuvimos en clases. En la universidad, en el colegio, llevando a nuestros hijos y su lista de útiles. Eso que llamábamos con orgullo ir a estudiar.

Porque estará usted de acuerdo que esto que ha ocurrido, mientras tanto, responde a la definición física del término. Les llamamos “clases virtuales”, precisamente, porque tienen “existencia aparente, no real” (RAE, 2022).

No somos los únicos convencidos. Según proyecta el Banco Mundial, la ausencia de clases presenciales “incrementaría el porcentaje de estudiantes con pobrezas de aprendizaje de 53% a 63%” (Gill & Saavedra, 2022). Todo cálculo, bien lo sabemos, suele implicar un doloroso incremento cuando lo aplicamos a nuestro país. Muy bien conocemos la deserción escolar, la inequidad para acceder al mercado laboral, la brecha digital, y esto que ahora llaman la desigualdad intergeneracional.

Educación de calidad

Mientras el mundo debate cómo mitigar los terribles efectos que la pandemia ha generado en los aprendizajes, el Perú mantiene el infame título de ser uno de los cinco países de Latinoamérica cuya niñez y adolescencia aún no retoma las clases presenciales. Paralelamente, Lima y Cusco son testigos de recientes protestas que retoman la lucha por la educación de calidad. Su bandera es la reforma universitaria. Ese proceso institucionalizado que generó, como poquísimas veces en nuestra política, consensos y aprobación ciudadana.

El principal indicador para medir los logros de dicha reforma ha sido contemplar cómo los extremos más intransigentes de la política peruana han sido capaces de unirse con tal de sabotearla. Es probable que el camino marcado por Sunedu sea mejorable, sin duda, pero la gente lo apoya. Para quien poco tiene, la educación siempre ha sido el camino. Tal vez el único.

Para los mismos de siempre, sin embargo, es lo único capaz de ponerlos de acuerdo: tumbarse la reforma.

¿Lo lograrán? ¿O será que ya lo lograron? Porque la realidad de las clases virtuales no proyecta el mejor panorama.

Volver a las aulas

La conectividad a Internet, pésima. Las metodologías docentes, muchas veces de otra época. La socialización entre pares, un problema que fue creciendo. Es verdad que la vida no nos dio tregua, que conocimos una incertidumbre por el futuro sin precedentes. Todo eso existió, y mucho más.

Pero vamos a volver. Todavía hay quienes creen en ello y están haciendo todo para que ese regreso suceda.

Y si vamos a volver, hagámoslo con el corazón del primer día de clases. Volvamos a los libros. Busquemos las bases de datos, si queremos noticias de verdad. Retomemos esa voluntad de saber, que construyó a tantos autodidactas. Rompamos el silencio y lleguemos a clases llenos de preguntas. Cuestionemos a los docentes que se aprendieron la clase de memoria.

 

Hay otras formas para nuestra propia reforma. Leer, cuestionar, pensar diferente, todos son ya poderosos actos revolucionarios en tiempos como este. Fue la ciencia, y no la política, la que salvó nuestras vidas esta pandemia. ¿Dónde quedó, entonces, nuestro pensamiento científico? ¿Llegará el día que podamos producir conocimiento y no solo importarlo?

Como usted sabe, la capacidad de hacernos preguntas es la base del pensamiento científico. Estudiantes, maestros y maestras, entonces, ¿cuáles podrían ser las formas de nuestra propia reforma?

(*) Sociólogo.

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