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GERMÁN LEGUÍA Y MARTÍNEZ: EL HISTORIADOR DE LA INDEPENDENCIA LAMBAYECANA

Escribe: Freddy R. Centurión González
Edición N° 1184

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Una de las principales fuentes para el estudio de la independencia del partido de Lambayeque en diciembre de 1820, con sus méritos y defectos, es la obra de Germán Leguía y Martínez, multifacético intelectual lambayecano, cuya faceta literaria e histórica quedó opacada por su polémica actuación política.

 

Bisnieto de un burócrata virreinal, nieto de un prócer de la independencia, hijo de un magistrado, Germán Leguía y Martínez nació en Lambayeque en abril de 1861. Huérfano de madre a tierna edad, acompañó a su padre en sus cargos judiciales en Lambayeque y Cajamarca. Pese a ello, su afecto por Lambayeque fue intenso, como lo expresaría en uno de sus poemas: “¡Oh Lambayeque, Lambayeque amado, que guardas de mi madre los despojos; [...] áureo sol, aire puro, suelo amigo, yo os amo, yo os venero, yo os bendigo!”.

El literato.

Germán estudió Derecho en San Marcos, pero por motivos de salud, volvió a Cajamarca, donde desde la tribuna periodística, con apenas 16 años, se opuso al caciquismo de Miguel Iglesias, sufriendo una agresión tras la que se vio forzado a dejar Cajamarca. De regreso a Lima, el joven se hizo conocido con su “Canto a mi Patria”, declamado a inicios de la guerra con Chile. Nombrado secretario adscrito a la legación peruana en Quito, retornó al Perú, desarrollando una activa labor en Lambayeque entre 1883 y 1887: fundó un colegio, editó un periódico y escribió el drama “La Calumnia”, además de corregir su “leyenda dramática” “El Manchay-Puito”.

La obra literaria inicial de Leguía y Martínez fue poética, género romántico por excelencia. Cantó al sentimiento patrio, a la naturaleza del terruño, al afecto familiar, al amor. Paulatinamente transitó a un cierto realismo, evidenciado en la prosa vívida de sus textos históricos. En sus inicios literarios, Leguía y Martínez tuvo como ejemplo a seguir al tradicionalista Ricardo Palma, cuyos consejos fueron claves en la depuración de su estilo. Pero progresivamente, don Germán se acercó a la prédica de Manuel González Prada, siendo quien lo propuso en 1912 para ejercer la dirección de la Biblioteca Nacional ante la renuncia del “Bibliotecario Mendigo”.

El magistrado y político.

A partir de 1887, Leguía y Martínez se instaló en Lima, culminando sus estudios en San Marcos y trabajando en la Cancillería. A la par, entró en el Círculo Literario fundado por González Prada. No es de sorprender que al ser electo diputado en 1895, Germán Leguía y Martínez fuese un combativo opositor a Piérola, defendiendo la reforma electoral, y apoyando la fundación del Partido Liberal en 1902.

Dedicado al foro y a la docencia, fue nombrado prefecto de Piura en 1905, impulsando iniciativas patrióticas como el reconocimiento de la casa natal del almirante Miguel Grau. De allí, pasó a la magistratura, como su padre: vocal superior en Arequipa en 1908 y vocal superior en Lima en 1909. Luego don Germán desempeñó cargos diplomáticos durante el primer gobierno de su primo hermano Augusto: ministro en Ecuador en la crisis de 1910, y ministro de Relaciones Exteriores en 1911, tras lo cual fue designado vocal de la Corte Suprema en 1912.

Su momento de mayor figuración (y mayor polémica) fue durante el “Oncenio” de su primo Augusto B. Leguía, siendo ministro de Gobierno y presidente del Consejo de Ministros entre 1919 y 1922. Ambos primos tenían carreras y visiones distintas del mundo: don Augusto fue un financista intuitivo y dúctil que creía en reformas paulatinas, don Germán un letrado académico e intransigente que apostaba por una política quirúrgica e inmediata (al fin y al cabo, discípulo de González Prada). Y así, bajo su ministerio, se deportó a numerosos opositores, se vulneró la libertad de prensa, y encarceló a numerosos opositores en la isla San Lorenzo. Sin embargo, su oposición principista a la reelección y sus propias ambiciones presidenciales lo llevaron a ser víctima del equipo represor que había establecido y utilizado. Detenido y desterrado a Panamá, don Germán regresó al Perú enfermo, falleciendo en noviembre de 1928.

El historiador.

Trabajador infatigable, Germán Leguía y Martínez aprovechó cada uno de sus diversos destinos para entregarse a la labor investigadora. Cuando dejó la prefectura de Piura, llevaba los primeros apuntes de su “Diccionario geográfico, histórico, estadístico del departamento de Piura”, editado en 1914, del que solo apareció el primer volumen. Cuando terminó su magistratura en Arequipa, había iniciado la redacción de su ambiciosa “Historia de Arequipa”, de la que solo se editaron los dos primeros volúmenes en 1912 y 1914. Desde la vocalía suprema, intentó actualizar el monumental diccionario de García Calderón con su inconcluso “Nuevo diccionario de la legislación peruana”, de la que se publicaron solo dos volúmenes en 1914 y 1921; con el detallismo que empleó, quizá la obra completa habría requerido más de cincuenta volúmenes. Durante su destierro, don Germán logró concluir su “Diccionario de legislación criminal del Perú”, publicado póstumamente en 1931.

Pero la principal obra de don Germán fue la “Historia de la emancipación del Perú, el protectorado”, publicada póstumamente en siete volúmenes por la Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia en 1971. Su intención era analizar el paso de San Martín por el Perú, rescatando del olvido el esfuerzo peruano en la lucha por la Independencia, como un paso inicial de una historia integral de la República. Es de destacar el estilo vigoroso de la prosa de Leguía y Martínez, su utilización de fuentes directas (es por ejemplo, la fuente que dio a conocer el acta del pueblo llano y bajo de Lambayeque del 31 de diciembre de 1820) y de la tradición oral que aún se conservaba. Su visión patriótica hacía que por momentos no fuese secamente objetivo, justificando el calificativo de “historiador romántico” dado por Raúl Porras.

 

(*) Abogado, docente universitario e historiador.

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