Alguien dijo que quien coloca a Dios por encima de todo es justo y agradecido. Lo creo así y digo: Gracias Dios, creador del cielo, la tierra y la humanidad por haber guiado mis pasos en la dirección y conducción de este medio de comunicación a lo largo de los 26 años. En esa misma línea a mi familia, que lo es todo para mí. Diré con firmeza que cuando tienes a tu familia y la valoras como la piedra angular de la construcción de tu vida y todo cuanto haces, serás bendecido.
En la vida nada es fácil, todo implica esfuerzo, sacrificio, constancia, perseverancia, significa amar y respetar lo que uno cree y todo en base a responsabilidad y a la ética. Los años suman experiencia, aprendizaje y son también el capital intangible que nos dan respeto. Esto es lo que he podido lograr con el equipo que me acompaña en el Semanario Expresión.
Qué duda cabe que somos un referente periodístico en Lambayeque, qué duda cabe que los verdaderos demócratas, profesionales, técnicos y ciudadanos de a pie son nuestros primeros lectores. Qué duda cabe que hay ciudadanos que aun no queriéndonos daría su vida para que exista el derecho a la información, a la libertad de opinión, a la defensa irrestricta de un periodismo consciente y consecuente que abogue y defienda los derechos de su pueblo.
Es lo que a lo largo de mi carrera periodística he venido ejerciendo y defendiendo con un solo lenguaje: libertad para informar, respetando el derecho de todos sin excepción.
Hace unos años cuando el ahora difunto congresista Gerardo Saavedra Mesones, conocido como “Cucho”, me entabló una demanda millonaria por haber informado sobre algunas cuestiones en las que estaba inmerso y que consideré eran de interés público por trasgredir normas, tuve que afrontar un proceso largo defendiéndome, demostrando que lo publicado estaba debidamente documentado. Aun cuando Saavedra era congresista y tenía el poder político y todos los recursos con los podía haber ganado la querella, luché y demostré que lo informado fue verdad. La justicia de nuestro país falló a mi favor.
En su tercer gobierno el exalcalde Arturo Castillo Chirinos hizo declaraciones irresponsables hacia mi persona y Expresión, manifestando que el exalcalde Fernando Noblecilla nos había favorecido con millonarias cifras en publicidad, hecho que algunas personas que ejercen de manera ilícita la profesión se encargaron por años de replicar. Nunca fui denunciada por la autoridad municipal en los procesos que sobre este caso mantuvo por años contra el periodista Noblecilla Merino. Lo anecdótico, diría después de varios años, es que por informar de los desaciertos de la gestión castillista este me demandó ante el Poder Judicial de Lambayeque para que me abstuviera de informar todo lo relacionado a su administración, siendo la pretensión admitida y con resolución favorable a la cita exautoridad.
Cuando fui notificada me pregunté por qué la decisión errática del juez, cuyo nombre no quiero tocar por razones de salud, si lo que informaba en Expresión no era nada personal, privado o que atentara contra su dignidad, todo era función a la figura pública. Entonces hice una alerta informativa y mi caso fue tomado por la Sociedad Interamericana de Prensa – SIP, dirigida en ese entonces por Gustavo Mohme Seminario, institución que cuando recibió la alerta sesionaba en México y desde allí se hizo un público e institucional pronunciamiento para que el administrador de justicia corrigiera su resolución, hecho que así sucedió y así está en las páginas de Expresión.
La relación entre Castillo y mi persona nunca fue buena, hasta que un buen día llegó al programa Expresión en la Radio, que dirigí por siete años, y me pidió disculpas por los errores que tuvo con mi persona. Se las acepté y le dije que era una pena que con nosotros haya perdido tiempo y energías. Este medio ha publicado en su momento y después aciertos y desaciertos de la autoridad, cuya historia deberíamos revisar. Hay verdades que duelen, pero son irrefutables.
Tiempo después, el ingeniero y excongresista Virgilio Acuña Peralta también me demandó millonariamente por haber dizque ofendido su honor al publicar un caso que fue noticia nacional, pues reclamaba como suyo un caserío del distrito de Cayaltí. Su pretensión no prosperó y la querella fue archivada porque en pleno proceso se desistió.
Al cumplir 26 años dirigiendo el Semanario Expresión recibo como pergamino el atropello a mi persona y al desenvolvimiento de mi profesión por parte del señor alcalde Marcos Gasco Arrobas, quien como está probado en el video que a través de nuestra plataforma informativa de Facebook hemos publicado, no solo se niega a responder mi derecho a saber por qué dice que la municipalidad está en quiebra, sino que además señala que lo difamamos, negándose a argumentar tal afirmación.
Si fuera así, ¿por qué no ha hecho valer su derecho ante las instancias correspondientes? Lo que ha decidido es, a través de un oficio, quejarme ante la orden profesional a la que pertenezco, que es el Colegio de Periodistas, desde hace 34 años; aduciendo una serie de hechos ajenos a la verdad. Aun cuando no he sido notificada por mi institución deontológica y estar sí informada del documento que circula en redes sociales yo sí puedo probar que él nos atribuye un delito sin existir sentencia judicial que lo respalde. Será él quien ahora deberá probar en los tribunales quién difama a quién.
Por todo lo relatado, razones suficientes tengo, junto al equipo que me acompaña, para afirmar que llevamos 26 años defendiendo nuestro derecho a informar y a expresarnos. Queda demostrado que hay personajes para quienes somos incómodos, pero eso lejos de amedrentarnos nos da mayor aliento para seguir haciendo un periodismo diferente.
Quiero cerrar estas líneas editoriales agradeciendo a las 26 personas, descendientes de ilustres lambayecanos, cuyo ejemplo mostramos en esta edición y debe servir para construir una mejor sociedad y, por qué no, dejar de elegir a tanto improvisado e intolerante que es capaz de todo con tal de ostentar un poco de poder. Los testimonios de estos descendientes prueban que no hay mejor legado que el nombre bien ganado.